Los motivos por los que los españoles compran en internet son facilidad, inmediatez, flexibilidad, comodidad, garantía y seguridad.

El nuevo modelo de relaciones y procesos de pago

Tribuna
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El carácter dinámico de la Economía mundial es un hecho incuestionable. Prueba de ello es el constante cambio que, en todos los ámbitos, se está generando: mercados bursátiles, métodos de financiación, variación de las políticas fiscales y un interminable etcétera. Está claro que la innovación domina. Tan es así, que resulta asombroso ver como la ingeniería financiera crece y crece, llegando a tener un "gap" de tiempo importante entre ella misma y su propia regulación. En la antigüedad, los griegos hablaban del "dynamos", un vocablo equivalente a potencia o fuerza, a rapidez y habilidad. Por esta razón dinámico (dinamismo) es el término que refleja, más exactamente, la nueva realidad del escenario financiero internacional.

Al margen de complejos productos financieros que dominan el mercado con términos tan poco intuitivos, y que escuchamos a diario, como derivados, deflación, opciones, "swaps", compras a corto o que un agente "incurre en default", existe otra cara de la misma moneda, que reside en transacciones mucho más cotidianas o, por lo menos, bastante más familiares para el entendimiento y manejo del ciudadano común.

Desde la aparición de los primeros excedentes, el intercambio de bienes siempre se realizó mediante el pago de una y otra parte. En origen se intercambiaba un bien por otro, el trueque, valorado en términos de preferencias. Es decir, los agentes desean satisfacer sus preferencias individuales y desempeñan una doble función: de manera simultánea ejercen el papel de comprador y vendedor. Esta actividad mejora la calidad de vida de los individuos, pues, al realizar la transacción, sus cestas de consumo son más variadas y pueden desprenderse de sus excedentes obteniendo beneficios por ello. Esta situación, en la que se obtiene un punto de equilibrio, podríamos decir que es un "pareto eficiente".

Con posterioridad, se incorporaron diversos métodos de pago asociados a mercancías, las cuales tenían un valor económico socialmente aceptado, como es el caso de la sal (de donde evoluciona lo que hoy día conocemos como salario), cacao, especias, conchas de mar, piedras, oro y ciertos metales preciosos que presentaban un valor intrínseco en sí mismo: el dinero-mercancía.

Finalmente, se introdujo, como medio de pago, la moneda y cuyos inventores fueron los fenicios, de admitir como cierta la afirmación de Heródoto. Las primeras monedas aparecen en Asia Menor, aproximadamente en el siglo VII antes de Cristo. Su uso ha sido una constante desde ese momento. En la actualidad presenta esa misma esencia, pero en un contexto distinto tras la irrupción de las nuevas tecnologías que permiten aplicaciones inimaginables hace muy poco tiempo y que han originado un giro copernicano en el mundo de los negocios. Los cambios introducidos agilizan el proceso y nos dan la posibilidad de realizar pagos desde cualquier dispositivo electrónico: tarjetas virtuales, "contactless", "wallets", ordenadores, tablets, smartphones y todo tipo de aplicaciones móviles, sin necesidad de llevar dinero en el bolsillo ni acudir a una oficina bancaria. A pesar de ello, en el caso concreto de nuestro país, todavía hoy los pagos se realizan, mayoritariamente, mediante efectivo o tarjetas de crédito convencionales.

La revolución tecnológica ha facilitado la evolución a la que hemos llegado en la actualidad, hasta el punto de provocar un cambio estructural en el sistema de transacciones económicas mundiales, sobre todo porque ha acelerado los procesos en tiempo y permite la realización de operaciones desde cualquier lugar del planeta para cualquier servicio que deseemos.

En los contenidos de la teoría clásica del comercio internacional formulada por Adam Smith, este autor planteaba la naturaleza del comercio interregional cómo algo no diferente del internacional. Su contribución estaba basada sobre las variables fundamentales como la producción, determinada a su vez, por los valores y ventajas absolutas que favorecen la generación de bienes concretos, colaborando con la senda del crecimiento.

Actualmente, el marco de intercambios y las ventajas de los factores de producción asociados a este proceso, se ha modificado sustancialmente con las nuevas tecnologías que nos permiten poder ir al cine comprando las entradas desde el coche, darnos un paseo virtual por una tienda de ropa compartiendo el desayuno con compañeros de trabajo o viajar a cualquier lugar del mundo desde la sala de espera de una consulta médica.

La complejidad de las economías hacen menos identificables las ventajas que conllevan los factores productivos, aún así repercute en la producción de bienes y servicios y en los efectos sobre el crecimiento, afectando a posibles incrementos en la demanda que se desprenden, tanto por las facilidades de acceso al consumo, como por la simplificación de los pagos.

Si hacemos una mirada retrospectiva, vamos a ver como factores que hasta hace muy poco tiempo se consideraban primordiales, como la localización geopolítica, razones sociales, cuestiones culturales o interferencias de tipo político, ahora tienen una importancia relativa y cualquier adolescente que desee hacer una compra on-line puede efectuarla sin que las relaciones entre su país y en el que compra la mercancía atraviesen su mejor momento. Podrá adquirirla con independencia de si tiene o no facilidades para desplazarse u otros imponderables y pagarlo desde su casa.

Es cierto que puede haber problemas como la reposición de mercancías en plazo, alargamiento de los periodos de espera en la recepción de compras a domicilio o incertidumbres por el uso del pago electrónico. Ahora bien, la cifras de crecimiento de este tipo de negocio se incrementan de forma exponencial mientras, en el otro extremo, el comercio tradicional retrocede. No es gratuito afirmar, en este caso, que los nuevos métodos han pasado de actores de reparto a protagonistas de primer orden. Según datos aportados por el BBVA y en nuestro país, uno de cada cuatro españoles compra por Internet. Las motivos que nos encaminan a este modelo son múltiples, pero se podrían resumir en los siguientes: facilidad, inmediatez, flexibilidad, comodidad, garantía y seguridad.

Estos últimos y otros factores han propiciado un incremento significativo del uso de Internet. La red ha aumentado su proporción de usuarios en todos los rangos de edad, siendo la franja de edades comprendida entre los 26 y 56 años, aproximadamente, la que mas ha crecido. Es subrayable, también, la alta correlación entre el mayor uso de nuevas tecnologías y el nivel cultural: cuanto más elevado, mas utilización. Esto último ha incrementado, asimismo, el número de nuevos emprendedores que se valen de estas herramientas para iniciar su aventura empresarial, pues la red pone a su disposición estructuras mas livianas en costes fijos y otorgan facilidades de pago.

Nos encontramos, por tanto, ante un cambio generacional en el que la actividad digital cobra un papel que tiende a ser cada vez más hegemónico. Si la presencia física de las entidades de crédito era indispensable, a partir de hoy día su existencia deja de ser crucial y toma especial interés su conversión en plataforma virtual, que es el interfaz que aloja los pagos electrónicos que se realizan, estableciendo un nuevo orden mundial en este clase de interacciones.

Al poder desarrollar este tipo de operaciones, que en términos generales suelen ser de uso personal, en las que el usuario solo depende de un terminal móvil o similares, y no tener ya que acudir a un punto físico concreto, la cantidad de acciones se adecuará al numero de individuos que tengan instrumentos electrónicos con los que realizarlas y, en consecuencia, a sus necesidades de consumo.

Desde el marco europeo, se establecen ciertas líneas de estrategia para los mercados digitales, cuyas pretensiones resultan claras y giran entorno a:

- La posibilidad de garantizar mejor acceso a consumidores y empresas para el intercambio de bienes y servicios.

- Fomentar un espacio favorecedor a la creación y sostenimiento de redes con carácter digital y servicios modernos.

- Colaborar para un crecimiento máximo de la economía en este ámbito.

- Uso de los canales digitales como vehículo mas dinámico de las acciones entre territorios.

En esta nueva realidad los actores principales son: el consumidor, el ofertante y el canal o medio de pago. Cada uno de ellos ha experimentado ciertos cambios que marcan un antes y un después en sus realidades económicas. El consumidor ha sufrido una transformación a la hora de comprar bienes y servicios, ya que puede hacerlo de forma deslocalizada. El ofertante requiere de una transformación en cuanto a reciclaje y actualización de su propia empresa, pues tendrá que adecuar su proceso de comercialización en este nuevo escenario. Por último y al realizarse los pagos de forma virtual, son las plataformas bancarias las destinadas a tal función. Estas aplicarán el correspondiente proceso, transformando el pago virtual en un apunte bancario.

Dentro de los aspectos más puramente económicos nos encontramos con otra novedad que se desprende de esta evolución en el método de pagos. Las empresas empiezan a incorporar novísimos, como el caso del "bitcoin". Es una moneda virtual que proporciona facilidad a la hora de abonar nuestras compras. Se usa como instrumento de pago sin estar sujeto a la necesidad de depender de terceros. Es decir, no está atada al control de los Bancos Centrales.

La conversión a dinero ordinario se hace mediante plataformas habilitadas al efecto. Lo mismo ocurre si la operación se realiza en la dirección opuesta. Existen también métodos de cambio mediante subasta. Aún aceptando que el sistema es claro, las autoridades financieras europeas consideran que los propietarios pueden perder su dinero, por lo que aconsejan moderar su uso y tomar precauciones a la hora de emplearlos. Ahora bien, tras estas afirmaciones se encuentra el que, si su acogimiento es generalizado, los Bancos Centrales perderían, en gran parte, su control sobre la circulación del dinero y se producirían reducciones en algunos costes que aplican las entidades bancarias, como los derivados de transacciones financieras y tarjetas de crédito.

Es evidente que hoy en día la publicidad recibida a través de nuestros perfiles en las redes sociales, mail, Google etc., está encaminada, con bastante acierto, a satisfacer las preferencias del consumidor y, por tanto, cada individuo recibe mensajes acordes con su perfil. Sin duda, esto se debe al gran volumen de información que se desprende de las búsquedas vinculadas al consumo y, obviamente, al seguimiento de nuestros pagos posteriores, ya que los dispositivos electrónicos tienen presencia constante en nuestra vida. Esta publicidad incita, de forma manifiesta, al consumo, lo que, en mayor o menor medida, se refleja en la demanda.

Capítulo importante dentro de este apartado lo protagonizan los bancos tradicionales, hegemónicos hasta hace bien poco, y las plataformas financiero/tecnológicas. Tenemos la evidencia de que cada vez son menos las personas que se acercan a las sucursales bancarias para realizar sus operaciones. El rango de población de más de 55-60 años es el que continua pasando por las sucursal bancaria para operar con sus cuentas, mientras que la gente más joven prefiere hacerlo a través de las aplicaciones que ofrecen las propias entidades. Ello se debe a que este sector de consumidores no desconfía del servicio, que le es familiar desde muy temprana edad y le solventa sus problemas con mayor rapidez.

La cuestión que se comienza a plantear, y se puede escuchar cada día su "eco" en un mayor número de ambientes, es, si en medio de esta batalla de control de información que repercute directamente en la economía real y en las micro-economías domesticas, etc., los gigantes tecnológicos como Google, Apple o Amazon se convertirán en competencia real para los bancos en un corto espacio de tiempo. Creemos que la carrera ya ha comenzado. Las nuevas firmas presentan signos de poder ser proveedores de éste tipo de operaciones y, además con éxito, pues cuentan con la ventaja de manejar una mayor cantidad de información de sus potenciales clientes y que las entidades bancarias todavía desconocen.

Para finalizar, se puede afirmar que la lucha será larga, los nuevos métodos de pago, apoyados en los gigantes tecnológicos, comienzan a arrebatarle negocio a la banca tradicional. Resulta evidente que nos encontramos ante un cambio trascendental propiciado por las innovaciones tecnológicas que tiene sus primeros efectos en el ámbito económico. Con el paso del tiempo desembocará en un cambio estructural con calado en toda la sociedad, demostrando la alta correlación entre la tecnología y el crecimiento económico.


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